Feliz cumpleaños. Qué extraña y cruel ironía que el día que el universo celebra tu vida, sea el mismo día que hemos elegido para dejar de formar parte de la del otro.

He leído tu carta hasta que la tinta ha empezado a parecerme borrosa. Dices que te vas porque sientes que no eres buena para mí, que solo traerías problemas. Pero te equivocas en algo fundamental, mi amor: el problema nunca fuiste tú, ni fui yo. El problema siempre fue la magnitud de lo que provocamos cuando estamos cerca.

Describiste esa casa blanca, la hamaca, los gatitos y esa vida doméstica tranquila con tanta claridad que duele físicamente leerlo. Duele porque ambos sabemos que esa paz es la única cosa que no podemos darnos. Somos dos fuerzas de la naturaleza que se aman con locura, pero que al tocarse, estallan. Hay demasiada pólvora en nuestras personalidades, demasiada intensidad en nuestra forma de ver la vida. Esa pasión que nos hizo adictos el uno al otro es la misma que nos hace imposible la calma.

Me duele aceptar que tienes razón al irte. Tienes razón en que, si nos quedamos, terminaríamos incendiando esa casa blanca que soñamos. Quemaríamos la cocina no por confundir la sal con el azúcar, sino por nuestras propias llamas. Y no quiero eso para ti. No quiero que nuestro amor se convierta en cenizas; prefiero que se quede así, congelado en este momento, como algo que fue inmensamente bello pero letal.

Te libero no porque deje de quererte al contrario, te quiero con una violencia que asusta, sino porque quiero que sobrevivas. Quiero que encuentres a alguien con quien la vida sea un lago tranquilo, no un huracán constante. Yo también necesito aprender a navegar mis propias tormentas sin arrastrarte a ellas.

Dices que le contarás a tus nietos sobre mí con un nudo en la garganta. Yo te prometo que cuando piense en ti, no será con rencor, sino con la nostalgia de quien recuerda el incendio más hermoso que ha visto.

Me quedo con la esperanza, quizás ingenua, de que el tiempo nos calme. Que la vida nos pula las aristas cortantes. No cierro la puerta con llave, solo la emparejo. Porque si algún día, dentro de muchos años, nos encontramos y ya no somos explosivos, si ya hemos aprendido a manejar nuestro propio fuego sin quemar al otro... entonces, y solo entonces, quizás esa casa blanca deje de ser una fantasía dolorosa.

Por ahora, vuela lejos. Sé muy feliz. Cómete el mundo con esa intensidad que te caracteriza, pero hazlo a salvo.

Fuiste mi desastre favorito y mi amor más urgente.
Te suelto para que vivas, y me suelto para no morir en el intento.

Hasta que la vida diga lo contrario.